Estaba en el trabajo, él había venido a verme, llevaba mucho tiempo esperando ese momento. A pesar de todo estaba muy ocupado, incluso había comprado unos pastelitos, no se acercó a mi para ofrecerme, él sabe mejor que nadie que no como dulces, aunque solo por poder mirarle a los ojos, hubiera comido.
Que situación tan extraña, intenté calmar mi ansiedad haciendo algo de provecho, todo iba bien hasta que me manché la ropa de negro, no tuve otra opción que ir a intentar limpiarme.
En aquella sala grande pude ver el grupo donde él estaba, escuché en mi espalda una voz que dijo "nos tenemos que ir", girándome, cogí aquellas manos con la mayor ternura que nadie ha cogido unas manos en este mundo, subí la mirada y no eran sus manos las que había cogido, sino las de ella, que me habló con mucho cariño, quizá por puro teatro, no lo se.
Sabía muchas cosas de mi, es indudable que él le había estado contando cosas mías, no me hacía mucha gracia, pero seguimos hablando, me invitó a su tierra para el día siguiente, por suerte tenía una coartada, no podía aceptar tanta cordialidad de una persona que nos había hecho pasar tanto sufrimiento, aunque supongo que si venía con él, las cosas se habrán arreglado entre ellos, yo soy más rencorosa y no pude evitar verla con malos ojos.
Son las 16, ya es hora de levantar.
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