03/02/2006 18:40:42
Existen datos bioquímicos, genéticos y psicopatológicos que relacionan claramente la impulsividad con depresión, ansiedad, agresión y suicidio.
Barcelona, 27 de enero de 2006.- La impulsividad no es una enfermedad, es un síntoma integrante de gran parte de la patología psiquiátrica, que está asociado a trastornos como el suicidio, la depresión y la ansiedad, las adicciones, la bulimia, la esquizofrenia, el juego patológico o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad entre otros. En este sentido, se puede afirmar que entre el 15 y el 25% de la población padece trastornos por impulsividad patológica. “Aunque la prevalencia de los trastornos del impulso como tales -sin estar asociados a otras patologías psiquiátricas- es baja, la prevalencia de la impulsividad asociada a otras patologías psiquiátricas como trastornos de la conducta alimentaria, juego patológico o dipsomanía (en las que la impulsividad seria la patología nuclear) aumenta considerablemente. Además, desempeña un papel importante como síntoma asociado en otras muchas enfermedades mentales, como los trastornos bipolares, la esquizofrenia, ciertas deficiencias mentales, etc., llegando en muchas ocasiones a ser la clave de su diagnóstico”, aclara el doctor Salvador Ros Montalbán, Consultor Senior del servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona, Director Médico del Instituto Europeo de Neurociencias (IDN), Profesor Asociado de la Universitat Autónoma de Barcelona y Presidente del Comité Organizador del III Congreso Nacional de Ansiedad y Trastornos Comórbidos.
Existen datos bioquímicos, genéticos y psicopatológicos que relacionan claramente la impulsividad con depresión, ansiedad, agresión y suicidio. De hecho, en el caso concreto de la conducta suicida, esta relación es tal que los expertos consideran que es un factor de predisposición importante en alrededor del 70% de dichas conductas “Aunque un paciente tenga deseos de acabar con su vida, sin impulsividad y/o ansiedad no se suicidará ni llevará a cabo ningún tipo de acto violento, ya que no existe la decisión de la ejecución, el paso al acto, para que el paciente acabe con su vida”, explica la doctora Belén Arranz, coordinadora de Psiquiatría del Instituto Europeo de Neurociencias (IDN) de Barcelona.
Impulsividad patológica
A pesar de que la impulsividad tiende a considerarse como una característica negativa, puede desempeñar un importante papel en el comportamiento normal de las personas, puesto que la impulsividad moderada puede ser evaluada como un rasgo socialmente beneficioso y admirado (decisión, rapidez en las respuestas…). La intensidad de la impulsividad es la que la convierte en patológica o disfuncional (con predisposición a reacciones rápidas, no planeadas, ante estímulos internos o externos, sin considerar las consecuencias negativas de esas acciones). “La impulsividad se convierte en patológica cuando, frente a una determinada situación, el individuo no puede demorar el momento de satisfacer una necesidad. Cuando una persona no puede controlar la necesidad, por ejemplo, de beber o de comer, pueden aparecer conductas alcohólicas o bulímicas, si no puede demorar una relación sexual, aparece la adicción al sexo. Puede ocurrir, igualmente, que el individuo experimente una cierta incapacidad en el control de la relación en situaciones sociales y se sienta irritado y molesto reaccionando con agresividad e incluso con violencia. En definitiva, hablamos de impulsividad patológica cuando la persona es incapaz de inhibir una respuesta que en condiciones normales debería poder ser controlada”, explica el doctor Ros.
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